San José 2020 – Entrevista a Tina

Este año hablamos con Florentina Rosete Santoveña, conocida por todos como Tina. Una mujer con la que, a pesar de sus problemas de audición, hemos conversado durante casi una hora hablando de lo humano y lo divino. Jovial y alegre, que disfruta de su pueblo y de la compañía de sus vecinos a los que aprecia y con los que intenta colaborar en todo aquello que le proponen participando en los carnavales, en las comidas y en todo lo que surja. Su historia, como la de muchos de la zona está marcada por la emigración ya que aquí no había mucho futuro en aquella época y el destino quiso que Suiza fuera la nación que la acogería durante 29 años.

Florentina Rosete Santoveña – 1928

Comienza aquí la historia de Tina, os dejo con ella.

Nací en 1928, el 20 de noviembre, 91 años hechos ya. La vida en Posada la Vieja me parece formidable, toda la vida aquí menos cuando me tocó emigrar y también hay que descontar los viajes que hice a Portugal, Croacia, Egipto, El Cairo, Malta, Croacia, Polonia y para terminar, en Australia, todo ello de turismo y no conocí más porque marchó el cura que nos llevaba, que está ahora en Santander, Don José Antonio, el que estaba en Niembro. También fuimos a cuatro cruceros que esos sí que están bien. (guarda un buen recuerdo de José Antonio y recalca que la llamó en navidades y que ella le correspondió llamándolo a él también) y que la última vez que lo vio fue en el Cristo en Nueva. La invitó a un nuevo crucero por Italia, pero no quiso ir porque ya había ido más de veinte veces.

Cuando era pequeña, mientras vivía mi padre y mi madre tengo buenos recuerdos, pero después ya … se acabó. Iba a la escuela, pero aprendí poco, a leer y escribir, pero otras cuentas ni una. Porque resulta que como había vacas había que llevalas a pacer y ¿Quién va, quien no va? Pues allá que iba. Lo primero era lo de casa. Éramos cinco hermanos, cuatro hermanas y un hermano (este ya murió hace tres o cuatro años y una hermana también murió hace poco, va meses, que vivió en Bricia.

Posada de aquella no era nada, todas las casas viejas, todas estranguladas. ¿dónde estaban las perras para arreglarlas? jolín. Las perras había que ir a buscarlas fuera, 29 años que estuve en Suiza, de emigrante que de turismo ni hablar de aquella. Si no fuera por las perras de Suiza con lo que pagan aquí yo no vivía. Lo pagué allí y lo cobro de allí (no guarda buen recuerdo por lo que le quitó hacienda por lo que había ganado y cotizado allí) y ahora pago mucho al año … dan pocos infartos a quien les tenían que dar, menos mal que Zapataro fue quien lo empezó a arreglar.

La fiesta de San José de aquella no la había, yo estaba afuera. De aquella se celebraba la Candelera. Había más, el Corpús, San Pedro, fiestas para todo, pero ahora ya solo Santiago que valga para algo de todas aquellas que se celebraban

Yo trabajé mucho al campo, sacando patatas, sallar maíz pa todos, a jornal, también trabayando pa los vecinos. ¿Qué había? Si no había nada, las vacas y nada más, en madreñas y zapatillas y también para ir a bailar. Eso sí, bien vestidos sobre todo para San José y Santiago. Las fiestas aquí eran por donde podíamos, por las cuadras que estaban vacías.

No había ratos libres. Los jóvenes se iban a las tejeras para Palencia, para Olmos de Ojeda, por ahí. Había que salir. Quedábamos las mujeres solas, de aquellas crías y ayudando en casa.

Y a colaborar en casa en todo lo que se podía, teníamos que ir a sallar temprano por la mañana, que nos levantaba mi madre, para ir a hacer lo nuestro y después íbamos a lo de los vecinos, de una parte y de otra (recuerda que le pagaban 15 pesetas de las de aquella – 0,09€) con 13 o 14 años. ¡había que trabajar!

Recuerdo la ocasión en la que Marta estaba embarazada, sacando patatas para los vecinos, y casi para dar a luz y le dije Marta vas a dar a luz en patatero y cuando marchábamos dijo ella “pues pa mí que sí, que siento los dolores” y aquella misma noche tuvo la cría. Esa era nuestra vida … (taco). Era lo que había y estábamos acostumbrados a aquello, si fuera hoy no lo hacía.

En la posguerra tenía yo 7 años. Vaya si me acuerdo de aquella época. Los barcos disparaban desde el mar al monte y luego pasaba una avioneta y decíamos “ahí vien el cabrón” me cago en la mar.

Había un polvorín ahí, donde el Palacio, que mi madre ¿qué hizo? Nos cogió a todos y nos llevó a la casa donde ella había nacido que está pa allá pa Turanzas sola en sabe Dios donde. De miedo pues decían que iban a encender el polvorín. Por la finca tenían también unos pozos hondos y los llenaron de proyectiles y de todo, eso eran los rojos. Y entraba el tren con la munición por la carretera de la estación a aquí que hicieron una vía para entrar al palacio directo.

Desde el mar tiraban para volar los puentes, y los volaron. Ellos no sabían lo que hacían tiraban y a lo que cayera.

Cuando empezó la fiesta de San José no estaba yo aquí. Nos habíamos casado y nos fuimos a Sama. Había un horno allí donde vivíamos ¡qué echaba un humo! y una vez fue mi padre a allá y nos dijo que volviéramos para casa que “tú te mueres aquí”. El horno estaba debajo casa y como sería el humo que no veías el sol nunca, todo era humo.

Luego volvimos a casa y mi marido dijo, Tina ¿Qué hacemos aquí? No hay donde ganar un jornal. ¿qué hago? Y volvimos para la mina de nuevo. Fuimos a Mieres, estuvimos allá cuatro años y después ya nos fuimos a Suiza.

Allí formidable, ¡yo no venía!, aún no me había jubilado, él sí, pero yo no, pero él no estaba bien y hasta que me dijo ¡nos vamos! ¿cómo te vas a quedar aquí si lo que ganes va a ser pa luz, agua, teléfono, casa y ¿qué haces?

En Suiza trabajamos en una fábrica de relojes los dos, se estaba muy bien tanto que allí estuvimos 29 años en la misma empresa y en cambio, fueron la mi hermana y el cuñao y cambiaron más de ¡20 veces! Quisieron que bajáramos con ellos a 30km y dije yo ¡no! Yo de aquí ya no me muevo. Estaba contenta y él también. Solo que eran trabajos muy delicados. Primero hacía los números de los relojes a mano, era todo oro, cuadrantes, números, había unos “rulos” de oro impresionantes. En la fábrica no lo vigilaban, lo que se recortaba (que había máquinas para hacerlo), había unas cajas en las que iban cayendo las virutas que se cortaban y se iban llenado bolsas y en navidad lo recogían y se volvía a fundir de nuevo para volver a aprovecharlo todo.

De mí no pueden decir que robé que hasta del mandilón le daba vueltas que no cogí ni una viruta. Estuve también escogiendo diamantes de una caja grande que tenía que escoger los grandes, medianos y los “chicos” “y ¡no toqué ni uno! Que podía habelos tocao pero no. Me decía el marido tocar no toques nada.

Y había una suiza que decía Tina, ¿cogemos un papelín? Porque los que diamantes que quedaban después de mandarlos a no sé dónde, para otras fábricas, se metían en unos sobres pequeños y cuando no teníamos en la maquina nos mandaban a deshacer aquellos, ¡cajadas así de grandes! Y decía aquella, ¿cogemos uno? Cógelo tú que yo no le quiero, decía yo. Ahí los gallegos si “cazaron” que estaban donde los cortaban y cogían cachos.

Muchas mujeres también estaban trabajando en la fábrica de chocolates que estaba allí cerca y cuando venían pa España las cogieron en la frontera con las maletas llenas de chocolate, de lo que robaban. No se podía tocar ni un bombón, pero nosotras cuando íbamos al baño o a merendar o al desayuno, cogíamos un puñao y lo metíamos al bolso. Había unos toneles grandísimos llenos de chocolate. Yo ahora no lo como nunca. Me lo trae un sobrino que está allá y lo comen los críos, yo no. Estoy de chocolate hasta arriba, de comerlo y de olerlo.

En la fábrica en la que trabajábamos éramos 700 y cuando nos vinimos no eran ni 100. El patrón viejo se murió, se quedó un hijo que también murió, ahora estaba un hijo del hijo que también murió joven, que les dijo que nunca había visto a nadie marcharse juntos, pues nosotros sí porque él no estaba bien, murió a los cuatro años de llegar de un infarto, así que ¿qué?

Ahora ya llevo 30 años aquí y él 26 años que murió. Y aquí estoy sola. Las perras no me hacen falta porque cobro …… así que no necesito más, estoy muy bien.

En este momento le pregunto por algún vecino que recuerde por algo en concreto o por que le guarda especial cariño, pero no quiere contestar hablando de nadie en concreto “son todos por igual” Benancio, José, Paz, Pacho, Elvira, Gerardo, Cesareo, eran casas de siete y ocho guajes y ahora no hay nadie.

A Llanes íbamos en tren los martes al mercado. Los que tenían labranza iban a vender los repollos y las coliflores. Ahora, dice, hay trenes a cada hora y van dos viajeros o ninguno. Hay trenes que pasan vaciós. En el verano sí. Pasa el trascantabrico que pagan tres y cuatro mil euros  ¡pa millonarios” ¡y va lleno¡ con 14 vagones.

En verano esto está lleno. A mí no me da más el verano o el invierno. El turista, a veces pasa y ¡no te dice ni los buenos días! Una vez iba yo a comprar y me encontré con uno que venía que casi me tira. Venía al trote y le dije ¡vaya educación! Él, sorprendido dio la vuelta y me dijo ¿qué dijiste? Que vaya educación, contesté y dijo “tiene mucha razón”,

Con la comisión actual me gusta colaborar. Les damos dinero y les llevamos también cosas pa comer (vive al lado del lugar que se utiliza para preparar todo lo relacionado con el carnaval), ayer lleve cuatro platos, salchichón de dos clases, chorizo, queso. Cada uno colabora con lo que tiene aquí.

El pueblo ahora lo veo aburrido porque no hay gente, pero los que somos todos nos ayudamos. Para san José damos 100€ al año y después estos hacen comidas a las que voy (la primera) no por comer, pero por ayudar sí. Haz poco fuimos a Toró a Llanes y lo pasamos muy bien.

Pero gracias a Rubén que, si no, no habría nada y a aquel (por Fernando que me acompaña en la entrevista) y otros que tiran del pueblo y que tienen que aguantar que son jóvenes. Si no se murió Posada. Ellos sí que trabajan cuando toca, no como en otros lados que casi llega el día de la fiesta y no tienen nada.

Teníes que ver como ensayan los del carnaval, que van de aquí hasta aquí arriba (justo por delante de su casa) y ¡no son todos¡ el sábado ya van a Llanes, Nueva, Ribadesella, Villaviciosa, Arriondas, a Cangas no van porque siempre lo gana un grupo local, (está muy orgullosa de sus vecinos antroxeros). Lo ganan casi todo. Llevan más de seis meses trabajando en ello. Hay que ayudarse.

Así es la vida, cambió mucho, cien por cien. Estas casas de por aquí no valían nada, viejas y ahora están todas nuevas que da gusto.

Fincas hay ahora que antes no se vendía ninguna. En la ería siempre había vacas. Venía uno de Porrúa a traerlas a pacer. Antes todos teníamos vacas y ahora las de Gallaré y las de Salvador. Había que llevarlas a beber a la fuente que agua tampoco había en las casas. Y a lavar allá abajo a Frieras, y a buscar agua a veces para beber también. Así que … y otras veces a Turanzas. Pero en Frieras tenían agua siempre y en invierno está el agua caliente, a lavar iba todo el mundo a allí. ¿Cuánto bajó mi madre! ¡Virgen! Éramos cinco así que imagínate. Nos llevaba a las cuatro crías con 8 o 9 años a lavar ¡lava eso bien, lava eso otro! Y ahora meteslo en la lavadora y listo. La secadora no me da más que tengo donde tender ahí fuera.

Ahora no hay problema ninguno, los que cobran poco porque no lleguen a pagar las cosas, los que cobren 300 o 400 euros en una capital ¿Cómo pagan el piso? Y ¿Cómo comen? Cago en la mar. Ahora hay mucha juventud que no quiere trabajar, hay poca gana.

En este punto empieza a cansar y vamos camino de la despedida. Tengo que poneme a pasar la aspiradora dice, que, aunque sea domingo no se trabaya pero se come y no tengo comida hecha aunque yo como cualquier cosa, tengo filetes de ayer y ¡no los voy a comer!

De Suiza vine de carne hasta la punta los pelos. Era lo primero que se hacía, la comida. Luego pude comprar una olla exprés y ponía el cocido el víspera y allí estaba al día siguiente pero si no carne y carne. Allí era todo más fácil y ganabas mucho más, aunque todo era también más caro.

Cuando nosotros llegamos a vivir a allá, subimos a vivir a un monte de 1400m de altura, Mont Soleil, donde esquiaban y abajo estaba la fábrica Fluckiger. Íbamos en funicular cuatro veces al día. Una por la mañana para ir a trabajar, otra para volver a casa a comer, otra de tarde y después regresábamos al terminar hasta que un día lo llamaron a él a la oficina y le dijeron que tenían una casa para nosotros. ¡nos la amueblaron entero! ¡Todo a cargo de la empresa ¡

Un día nos dijo un policía que iba por allí que el patrón de la empresa tenía perras pa cinco generaciones y no las termina. Traía tres Rolls Royce, había mucho dinero.  En su casa trabajaba una de Oviedo con él y nos dijo tien los grifos y las manillas de oro.

Mira, hay allí rulos grandísimos de oro blanco, oro amarillo y oro rosa. Pero no cae nada por el suelo.  Se trabajaba para todos los relojes de Suiza, (nosotros hacíamos sus piezas) Omega -en donde está un sobrino mío, la longines, Certina, etc. la fábrica nuestra montaba algún reloj, pero la mayoría era para afuera. Para los árabes iban todos los relojes enteros de oro y las esferas de diamantes. Yo cortaba las esferas, si era cuadrado o redondo, y me llamaban a mí para los de los árabes porque era muy curiosa.

Tenía que meter el aro sobrante de oro en el dedo y los tenía que ir contando para ver si había desaparecido algo de material. A otra compañera le desapareció un cuadrante de oro y dijeron que o aparecía o no salía nadie de la fábrica. Vamos que si apareció. Habían sido una madre y una hija de Oviedo. Esta estaba casada con un árabe, pero se fue y la dejo …calla calla, que se pasa de mal.

Y yo una vez lloré todo el día porque me echaban la culpa de que los cuadrantes que yo hacía tenían agujeros y no tenían que tenerlos. Al final demostré que no era culpa mía, sino que el material venía así ya, pero mientras tanto …cómo lloré. Era culpa de otros que por ir deprisa para cobrar la prima se aceleraban y lo hacían mal y luego la culpa para mí y la prima para ellos. Yo solo la cobré una vez porque iba despacio para hacerlo bien.  Me cago en la puta, le dije al encargado venga pa acá y mire como esta esto antes de meter yo la mano en ello. Y la cosa quedó aclarada.

Y aquí terminamos, no sin antes sacar unas fotografías para ilustrar estas líneas. Eso sí de cintura para arriba que voy de chandal, dice entre risas y despidiéndose de mí con un ¡Hasta la próxima! ya saliendo de casa, en su jardín en donde se dedica a cuidar las plantas esperando a que llegue el verano para verlo florido.

Muchas gracias Tina, por este rato tan guapo, por tu sonrisa continua, por tu sinceridad y claridad. Ha sido un placer escucharte y espero que todos disfruten al leerte.


Rafael Álvarez Fuente